sábado, 26 de febrero de 2011

Una barca a la deriva...

La pasión y el desenfreno hicieron estragos...

La sangre que corría por mis venas no tenía sólo la potencia normal
de mi flujo de vida,
sino también poseía ese llanto que embargaba mi alma hacía meses...

Dejé de lado mis pesares...
descargué el miedo de mis fantasmas y creí poder avanzar sin...
sin la necesidad de mirar atrás...

No volví la mirada al largo camino que precedió tan agradable sorpresa,
me lancé sin precaución a vivir la vida como venía...

Dolor, llanto, desesperación y sufrimiento de por medio... me lancé...

gustoso...

Pero fue ese flujo sanguíneo...
que marcaba mis segundos de aire...

esa energía que brotaba de mi cuerpo...

Fue lo que me dinamitó...


Ahogos de llanto apretan mi garganta, mis cuerdas vocales se anudan,
el habla no existe... sólo la humedad de mis ojos y la pena...
de saber que todo traté... más nada pude lograr...

No humedece mi rostro el líquido que tantas veces sedaba mi corazón...
no fluye...
retenido se encuentra entre mi pecho y mi alma... esperando...


Los deseos de lanzar al vacío toda mi existencia me atropellan...
mas los controlo...

Con dificultad intento maniobrar

estas aguas que se me habían hecho lejanas
y hoy vuelven a mover mi barcaza... débil, que soñó con ser buque...

Los vaivenes del mar me dejan ese sabor a sal en la piel
ese dulzor del frío en la lengua,
ese aroma fresco y vivo de lo que hoy me oscurece...

Es ese mar en el que muchas veces me moví como si fuera dueño,
donde hoy no puedo vislumbrar una salida...
Ese mar dulce que me daba vida, el que hoy... me tiene a la deriva...

Encontraré la orilla y el agua calma
lo sé...

Sólo queda esperar que el ritmo furioso de las olas en mi corazón
baje su frecuencia... que vuelva a ser un placer navegar el amor...

Esperar...
mientras me aferro a lo poco que dejó esa visita de mi barca...


Sólo esperar...











César B. Fuenzalida (C)
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